jueves, 24 de junio de 2010

A José Manuel Mela

Te veo en tus relieves con esas luces oscuras
escogiendo maderos como si fuesen sandías
palpando en lo profundo un sonido anhelado
oliendo el rostro de la savia escondida.

Hundes tu filo hiriente en la carne astillada
tu fuerza cabría es pura sangre y aliento
te haces uno en la materia
indivisible y concreto
compenetrado en la voz, los ojos y las manos.

De tí los caballos hablan a escondidas
los árboles compiten por crecer en tu casa
se aplazan las funciones
se cierran los teatros
se secan las cantinas para que no te distraigas
caminan de puntillas todos los insectos
hablan en voz baja hasta las arañas.

Todos saben que tu hijo está naciendo
que reposa en el agua como los peces
y se dobla en el fuego como el hierro
que lo vistes del color más cristalino
que le escarbas la piel hasta volverlo espejo.

Pero ignoran por qué su voz es tan hermosa
la oyen cuando nace y él te canta
se preguntan la razón de su dulzura
y no advierten que en su alma
está tu Alma.