domingo, 27 de abril de 2008

El Viento del Invierno.

El frío se cierne sobre nuestra ciudad, con la concomitancia de cambios de ánimo que, cada año, trae la caída de la hojas en mi Vida. Cambios de ánimo, como cambia el tipo de atuendo con el que volvemos a cubrirnos, pero sin el alud de pena, desesperación y pérdida que algún día trajo consigo.
Hoy puedo sentarme frente a mi ventana, y mirar con ese aire de tristeza el cielo blanco, las ramas de los árboles moviéndose agitadas, el silencio de un domingo en el que muchos han preferido el refugio de sus mantas, el sorbo del té caliente, la pasión del libro inagotable, y no sentir miedo, mirarme a los ojos sin temor de no ver nada en ellos.
Hoy puedo recordar sin amargura la frase de aquellos días primigenios de nuestro amor magnífico, cuando decías que todo lo bello es triste. No era cierto entonces, y no lo es ahora, pero he descubierto que no siempre la tristeza conlleva desolación.
Talvez incluso tenga un sentido, talvez se nos regaló el invierno para dejar de preguntarnos cosas y darnos el tiempo de escuchar las respuestas, en la quietud del hogar, en la parsimonia del lento día nublado, donde uno está un poco más en uno y con uno, con la posibilidad de salir al frescor que limpia por dentro en cada suspiro, que ordena, que pacifica.
Así voy descubriendo el más grande de mi errores: creer que los demás no los cometen. Así, tragando viento fresco, callando de todas esas exigencias que le hago al mundo, quedándome sola con mi cuerpo para entibiarlo y protegerlo, descubro cada puerta que cerré por no aceptar que el camino de otros también tuviera obstáculos.
Tanto me ha costado avanzar, y cada vez que lo logré fue tan difícil mantenerse sin retroceder... ¿porqué creí que donde yo me equivocaba los demás pecaban? ¿porqué creí que la crueldad de quienes me redeaban era intencionada? ¿porqué no ví que talvez era una cadena demasiado pesada para ellos, demasiado difícil de cortar, como lo son algunas de mis cadenas?
Hoy, a pesar de la tristeza del día, inmersa en el frío y en la calma, mi corazón se sinte dichoso, tranquila y suavemente dichoso, agradecido de esas pequeñas, silenciosas respuestas que el viento del invierno trae para mí.

martes, 15 de abril de 2008

Onírica.

En un sueño reciente, alguien me entregó esta gran Verdad:

"Los argumentos de los que intentan probar la existencia de Dios, son tan absurdos como los de quienes intentan probar su no existencia."