lunes, 4 de agosto de 2014

El Realismo Cuático

Entonces me acordé del “realismo cuático” y toda esa patraña que se habían inventado Adrián y mi hermano para explicar lo que ellos vivían a diario y que querían plasmar en sus escritos, o bien para sentirse que estaban creando una nueva corriente literaria, como todos los poetas y escritores (y en general todos los artistas) que comienzan a crear y no les gusta nada de lo que ya existe (aunque sin eso que ya existe no habrían llegado a la escritura) y quieren desmarcarse de todo lo conocido creando una corriente literaria que se base en valores que no son los de la mayoría y que terminan siendo un simple valorar los antivalores que tienen los que ellos llaman tradicionales, repitiendo frases clichés de lo que es “ir contra la corriente”.

Y así mi hermano, que escribió poesía de modo atropellado, sin estudiar, sin formarse, casi sin leer a otros poetas, queriendo romper con todo el “deber ser” que impone cualquier oficio, desordenadamente, chistosamente, absurdamente, pero tan coherentemente como cualquiera, porque escribía lo que vivía cada minuto que permaneció embutido en el cuerpo que le fue asignado para ejercer su función de humano en la tierra, decidió que su estilo era el “realismo cuático”, creyendo que ciertas cosas que le sucedían a él o a quienes lo rodeaban eran siempre extrañísimas, olvidando que les suceden a todo el mundo, sólo que algunos no lo consideran extraño, o simplemente no se dan cuenta, y que por lo tanto de cuático su realismo no tenía nada, olvidando incluso que aunque todos experimenten esas cosas muchos se empeñan en negarlo argumentando no creerlo, llegando incluso a anular su percepción o por lo menos ignorarla, porque las posicionan en el ámbito de lo paranormal, de lo sobrenatural, de lo místico, de lo metafísico, pero que aun no creyendo, diciendo no creer, engullen literatura donde los personajes más comunes tienen pálpitos, o donde en ese momento exacto supieron que, o donde tuvieron la certeza de que algo iba a pasar, o mejor aún, donde describen lo que vieron con toda una serie de metáforas loquísimas que rayan en lo sicodélico, sin que por ello haya cuestionamiento de ningún tipo sobre la credibilidad de esos relatos, justificándolo con que es ficción, licencias literarias que los autores tienen todo el derecho de utilizar, licencias que excluyen de plano lo de escribir sin formarse mínimamente en el oficio, licencias que excluyen de plano la posibilidad de que lo descrito no sea ficción sino experiencia pura, que es lo que ellos tanto defienden al punto de que no importa si lo que se describe es el vómito o la masturbación, la adicción al krac, la indigestión post prietas con puré, pero sí es cuestionable que se afirme como experiencia el saber abrupto, la comprensión espontánea, la alegría sin motivo, la comunión total, el disparo luminoso de una hembra celosa contra la mujer que amas y que tú viste entrar en su carne hasta hacerla caer en el hospital, sin poder decirle nada a los médicos que no saben qué hacer, igual que tú que lo único que sabes es que no encontrarán nada en su cuerpo, que lo que la está matando no es físico, que tendrás que pedir ayuda en otro lugar lejos del hospital, a Ella, la mujer que enterrará su puñal de fuego en tu doble para sacar el maleficio de esa hembra celosa que desde su cubil opera a través de ti usándote como instrumento, mientras tu hermana menor entra y se mira en el túnel espejado de un viejo con voz de tigre que le ordena pases mágicos para ayudarte en la empresa de salvar a tu amada.

Nada de eso podrás afirmar haberlo vivido, nada de eso podrás escribirlo sin la chapa del “realismo cuático” que no es cuático en absoluto excepto si no crees que sea posible, y un gran porcentaje de humanos no lo cree, aunque el hecho de que tú estés en el porcentaje que dice que sí frenéticamente y trata de relatarlo, no te hace diferente como crees, sino que a lo más, literariamente, serás considerado una mala copia de Carlos “el Chanta” Castaneda, porque eso son los que hablan de estas cosas como reales y no como la ficción lícita a la que dan derecho las licencias literarias y por lo tanto el “realismo cuático” no será más que eso, una chapa con la que ocultar lo que de verdad sucede a cada instante, un disfraz de “corriente literaria” para hacer parecer lo que la Vida muestra constantemente un cuento de ficción.