Es sorprendente cómo de pronto se nos pasa el tiempo y algo que creíamos que pasó ayer, pasó ya hace varios meses. No me había dado cuenta que no escribí nada en el blog desde mi cumpleaños, y desde entonces han sucedido tantas cosas. He tenido que vérmelas con la mirada que realmente pesa: la mía propia. He intentado ponerle distintos nombres y caras, echándole la culpa a los supuestos prejuicios de gente que conozco y cuya opinión siempre me pareció importante. Pero no era cierto que su mirada me pesara. Era la mía sobre las cosas que creo que "no se deben hacer", eran mis prejuicios sobre el hacer de otros y que de pronto se convirtieron en mis haceres. Fue mi propia rigidez la que me hizo sentir culpa y vergüenza de mi propio relativismo.
No sé, en este momento al menos, qué es mejor. Talvez ser estricto y riguroso convenga en proyectos de gran envergadura... ¿y qué proyecto de mayor envergadura que la Vida misma? Pero talvez el relativismo, o la flexibilidad (según convenga...) sea útil para no enquilosarse en creencias gastadas, que ya perdieron la correcta capacidad de engranaje emotivo.
Afortunadamente tengo el indicador inequívoco de la Alegría. Desde hace algún tiempo había dejado de sentirme bien afirmando determinados dogmas sobre lo que "debía hacer". Hoy estoy procediendo de modo muy distinto a como creía que debía hacerlo, y un poco a tientas, es cierto. Pero me siento tranquila. Y contenta.
He tenido miedo, me he sentido a oscuras, me he preguntado y he preguntado a otros también. He querido ser práctica, y esa practicidad no era aplicable ahora. La Vida no se puede evaluar desde lo práctico, ser "realista" es volverse un cretino en estas situaciones.
Ahora, vamos a ver qué pasa.