En mi país la gente eligió a un presidente de derecha. Francamente no me preocupa tanto esto, porque no soy de los que creen que con ellos las cosas irán peor que con los que estaban antes. De hecho, creo que no será muy diferente.
Lo que me preocupa realmente son otras cosas, que hablan más de la idiosincracia de un pueblo que yo creía potente, valiente, aguerrido, y que ha demostrado ser cobarde aunque no por ello menos violento, egoísta, estúpido.
En este último tiempo he escuchado argumentos del estilo "A mí me da lo mismo porque a mí no me afecta." O "Yo creo que Piñera lo hará mejor que la Concertación porque si lo hace mal la derecha no vuelve a salir nunca más."
Este tipo de comentarios me hacen parar los pelos. Sin ser una persona instruída en política, me sorprende darme cuanta que la elección de un representante esté tan supeditada a lo que "a mí me conviene" y no a lo que nos conviene como país. Y me sorprende aún más cuando descubro las prioridades de mis coterráneos con respecto a las necesidades de un pueblo.
Con esto me refiero, primero, a la ceguera con que se miran las condiciones en las que vivimos en Chile, condiciones que son vergonzosas y que podrían por muchísimo ser mejores, por ejemplo con un sistema de salud que fuera de verdad pensado para que todos pudieran ser atendidos de forma digna(1). Ese sistema (por citar solo una parte) nos afecta a todos, con lo que el egoísta argumento de "A mi no me importa porque a mí no me toca" pierde validez (si es que en algún momento la tuvo.).
En segundo lugar, con respecto a las prioridades que se esgrimen a la hora de elegir presidente, confieso mi total incomprensión al observar cómo se ponen en un lado de la balanza la luminaria de las calles, los horarios de cierre de los bares, el número de efectivos policiales y las sanciones a delincuentes de poca monta y en el otro lado la educación, la salud, las leyes laborales y las leyes indígenas y que pese más el primer grupo.
Tomando como ejemplo el tema de la seguridad, mi incomprensión no radica en el desconocimiento del temor que provoca la delincuencia, si no en el conocimiento de sistemas donde ese peligro se erradicó de formas muy distintas a las planteadas por los políticos de mi país, pudiendo dedicar la energía que aquí se invierte en combatir la inseguridad de manera totalmente fútil, en generar mejores condiciones de vida para las personas. Un ejemplo clarísimo de esto es Holanda, con sus políticas que podrían considerarse "libertinas" pero que han conseguido disminuír notablemente la delincuencia, el consumo de pornografía y hasta las enfermedades venéreas, gracias a sistemas regulados de consumo responsable de drogas, protitución normada por sanidad, y por supuesto, sueldos un poco más equitativos y educación pública y de calidad para todos al menos hasta los 16 años (2).
Algunos argumentarán que es más facil para países europeos que cuentan con la mitad de la población que tenemos nosotros, pero mi reflexion apunta al aprendizaje de las soluciones implementadas en países que tienen mejor calidad de vida, sobre todo teniendo en cuenta que en Chile siempre estamos haciendo (falso) alarde de estar entre los países desarrollados del mundo. Inspirarse en las medidas aplicadas en otros lugares no significa tener que emular un modelo que nuestras diferencias de poblacion no permitan implementar. Inspiración es inspiración, no copia ni plagio.
En fin, tal vez este asunto tenga de bueno que la gente se dé cuenta que la cosa no es elegir a uno que promete más, dejandole la responsabilidad de velar por nosotros, pobres ciudadanos impotentes, si no que cuando se quiere algo hay que exigirlo, no mascullando entre dientes en el trabajo o echándole la caballería encima a la panadera o el chofer del bus, sino haciendo algo que realmente se escuche, muchos al mismo tiempo, de forma organizada pero no violenta, algo que les mueva su pequeño trono de mandamases tercermundistas.