domingo, 31 de julio de 2011

Infancia.

Es cierto que los niños son más auténticos, que su Alma está más limpia, que sus cuerpos no soportan el peso de la vergüenza... pero de igual modo creo que el estado infantil está sobrevalorado.

No logro sucumbir ante el romanticismo del querer volver a ser niña. Por donde la mire me parece una idea nefasta, y no porque mi infancia haya sido traumática, porque no lo fue, sino porque volver a ser niña significaría, visto de un modo recional, volver a ir creciendo, enterarse de nuevo de tanta cosa incomprensible que compone al mundo, de pasar de nuevo por el colegio, de sentir de nuevo esos cambios en el cuerpo, de rebelarse contra los padres, de volver a tener que pasar por las improvisaciones de vivir cada día...

Me dirán entonces que la idea de proponer un retorno a la infancia es que ese retorno sea permanente, una infancia perpetua donde no se crezca y donde uno permanezca siempre ignorante de las cosas incomprensibles del mundo, en una especie de Nunca Jamás. Esta imagen me parece aún peor. Es perversa, como lo es cada idea de eternidad, que de tan quieta ya parezca muerta. Cuando yo era niña tenía la inocencia de una niña pero, como es lógico, carecía de la sabidura de un adulto sabio que sabe que es inútil sufrir por imaginar un futuro que no llega. Cuando yo era niña no sabía que el presente es el momento más valioso de la Vida, y siempre estaba pensando en lo que pasaría más adelante. Mis adultos contribuían a ese sufrimiento cada vez que me preguntaban qué quería ser de grande, porque no solo no tenía idea, sino porque me ponían en situación de decir cualquier cosa, fuera sentida o no. Pasaba mis días deseando que llegara el momento de ser adulta, de desligarme de ciertos yugos inherentes a ser chiquita, de no tener que ir más al colegio.

Por otro lado, la visión fabulosa del adulto no tiene nada que envidarle a la del niño, sino más bien al revés. Cuando los grandes ven un dibujo que raya en lo cubista hecho por un niñito de 5 años, aseguran "¡Así ven los niños el mundo!". Nada hay más falaz que una afirmación semejante. Cuando yo era chica y dibujaba, lo que tenía en mi mente no se parecía en nada a lo que plasmaba en el papel. Lo intentaba, con mi escasa destreza motriz y mi nula técnica pictórica, y el resultado me tranquilizaba porque era una niña, no porque creyera que realmente había logrado hacer una reproducción fiel de un sentimiento o una figura existente en mi cabeza. Muy por el contrario, los niños son binarios en demasía. Aún recuerdo una vez que con un novio de mi adolescencia nos disfrazamos de arlequines. No teníamos sombrero asíque anudamos las puntas de una panty y nos las calzamos a la cabeza con los nudos a modo de pompones colgando a ambos lados. Yo veía un sombrero de arlequin, pero dos niñitas de no más de 7 años nos preguntaron ¿porque llevan un pantalón en la cabeza? De nada sirvieron mis intentos por que utilizaran su imaginación, ellas nos miraban con la cara con la que se mira a un orate.

A mí no me seduce la infancia. Ya bastante inmadura soy aún como para querer volver a serlo más todavía, llevo 30 años queriendo dejar de ser una niña y difícilmente podría decir que lo he conseguido. Y la infancia de los demás tampoco me conmueve. Los niños son espantosos, gritan, corren, rompen cosas, y aunque reconozco que también es admirable su incapacidad de respetar la intimidad de otro, no por ello me parece "mágico" ni "puro". Simplemente me parece molesto.

No, definitivamente la infancia no es más bella que cualquier otro momento de la Vida. Cada época puede ser linda u horrorosa dependiendo de lo que hagamos en ella, y en mi caso, aunque en mis registros se encuentran momentos tristísimos, no cambiaría ninguno de ellos por los recuerdos hermosos de Guadarrama, Cerrillos o el Albaicín, que sin duda no le llegan ni a los talones a cada comprensión sublime, a cada momento de cálida compañía, a cada vez que hice el amor con un hombre que amé, a cada día que aprendí algo nuevo, cada vez que visité un lugar que no conocía, cada vez que hice algo que me gusta. Mi Vida, así, con su infancia en su lugar, es perfecta.