Entonces
me acordé del “realismo cuático” y toda esa patraña que se habían
inventado Adrián y mi hermano para explicar lo que ellos vivían a diario
y que querían plasmar en sus escritos, o bien para sentirse que estaban
creando una nueva corriente literaria, como todos los poetas y
escritores (y en general todos los artistas) que comienzan a crear y no
les gusta nada de lo que ya existe (aunque sin
eso que ya existe no habrían llegado a la escritura) y quieren
desmarcarse de todo lo conocido creando una corriente literaria que se
base en valores que no son los de la mayoría y que terminan siendo un
simple valorar los antivalores que tienen los que ellos llaman
tradicionales, repitiendo frases clichés de lo que es “ir contra la
corriente”.
Y así mi hermano, que escribió poesía de modo
atropellado, sin estudiar, sin formarse, casi sin leer a otros poetas,
queriendo romper con todo el “deber ser” que impone cualquier oficio,
desordenadamente, chistosamente, absurdamente, pero tan coherentemente
como cualquiera, porque escribía lo que vivía cada minuto que permaneció
embutido en el cuerpo que le fue asignado para ejercer su función de
humano en la tierra, decidió que su estilo era el “realismo cuático”,
creyendo que ciertas cosas que le sucedían a él o a quienes lo rodeaban
eran siempre extrañísimas, olvidando que les suceden a todo el mundo,
sólo que algunos no lo consideran extraño, o simplemente no se dan
cuenta, y que por lo tanto de cuático su realismo no tenía nada,
olvidando incluso que aunque todos experimenten esas cosas muchos se
empeñan en negarlo argumentando no creerlo, llegando incluso a anular su
percepción o por lo menos ignorarla, porque las posicionan en el ámbito
de lo paranormal, de lo sobrenatural, de lo místico, de lo metafísico,
pero que aun no creyendo, diciendo no creer, engullen literatura donde
los personajes más comunes tienen pálpitos, o donde en ese momento
exacto supieron que, o donde tuvieron la certeza de que algo iba a
pasar, o mejor aún, donde describen lo que vieron con toda una serie de
metáforas loquísimas que rayan en lo sicodélico, sin que por ello haya
cuestionamiento de ningún tipo sobre la credibilidad de esos relatos,
justificándolo con que es ficción, licencias literarias que los autores
tienen todo el derecho de utilizar, licencias que excluyen de plano lo
de escribir sin formarse mínimamente en el oficio, licencias que
excluyen de plano la posibilidad de que lo descrito no sea ficción sino
experiencia pura, que es lo que ellos tanto defienden al punto de que no
importa si lo que se describe es el vómito o la masturbación, la
adicción al krac, la indigestión post prietas con puré, pero sí es
cuestionable que se afirme como experiencia el saber abrupto, la
comprensión espontánea, la alegría sin motivo, la comunión total, el
disparo luminoso de una hembra celosa contra la mujer que amas y que tú
viste entrar en su carne hasta hacerla caer en el hospital, sin poder
decirle nada a los médicos que no saben qué hacer, igual que tú que lo
único que sabes es que no encontrarán nada en su cuerpo, que lo que la
está matando no es físico, que tendrás que pedir ayuda en otro lugar
lejos del hospital, a Ella, la mujer que enterrará su puñal de fuego en
tu doble para sacar el maleficio de esa hembra celosa que desde su cubil
opera a través de ti usándote como instrumento, mientras tu hermana
menor entra y se mira en el túnel espejado de un viejo con voz de tigre
que le ordena pases mágicos para ayudarte en la empresa de salvar a tu
amada.
Nada de eso podrás afirmar haberlo vivido, nada de eso
podrás escribirlo sin la chapa del “realismo cuático” que no es cuático
en absoluto excepto si no crees que sea posible, y un gran porcentaje de
humanos no lo cree, aunque el hecho de que tú estés en el porcentaje
que dice que sí frenéticamente y trata de relatarlo, no te hace
diferente como crees, sino que a lo más, literariamente, serás
considerado una mala copia de Carlos “el Chanta” Castaneda, porque eso
son los que hablan de estas cosas como reales y no como la ficción
lícita a la que dan derecho las licencias literarias y por lo tanto el
“realismo cuático” no será más que eso, una chapa con la que ocultar lo
que de verdad sucede a cada instante, un disfraz de “corriente
literaria” para hacer parecer lo que la Vida muestra constantemente un
cuento de ficción.