La Vida siempre tendrá que enseñarnos que no hay un "lugar" al que uno llegue y por fin permanezca allí por siempre, eternamente sabio, eternamente huevón o eternamente finito.
Alguna vez creí que dados los ultimos dolorosos tropezones que había sufrido, había logrado llegar, a fuerza de no querer seguirlos sufriendo, a una especie de lugar donde "era mejor que antes". Y era cierto. Pero también era cierto que no iba a ser así para siempre a partir de ese minuto, porque no tuvo que pasar demasiado tiempo para volver a vivir situciones que me hicieron sentir en lo Profundo de mi Alma que no solo no había dejado de ser una grandísima huevona, sino que jamás dejaría de serlo... ¡¡¡brillante idea!!!
Y es que al parecer la gracia de estar vivos consista, entre otras muchas y encantadoras cosas, en ir dándonos cuenta de cómo ejercemos ese acto. Y en ese darnos cuenta, ella, La Vida, va haciéndonos jugarretas para que nunca dejemos de sorprendernos. Ese es su truco para mantenernos atentos. Y entre zancadilla y vuelta a pararse uno se siente idiota y mesías consecutivamente.
Decidir no sentirme ninguna de las dos cosas es tarea difícil: muchas veces es necesario precisamente no ser excesivamente modesto para aprender a ser humilde. En cuanto uno cae en el "yo no soy nadie" está condenado a precipitarse de hocico contra el "soy mejor que el resto". El ejercicio de asumirse con capacidades que valoramos en nosotros mismos nos pone inmendiatamente ante la evidencia de que nos quedan muchas aristas por pulir. Lo dificil no es ser sincero con uno mismo cuando se llega a ese estado de equilibrio en la apreciaciones, lo dificil es estar en él por mucho tiempo.
Y lo bonito de cuando se está, es poder dejar una señalcita de que uno pasó por ahí. No para demostrárselo a nadie, sino más bien para poder acordarse cuando uno vuelve a zona oscura y así poder salir más rápido de ella.
Yo dejo mi sañalcita en este momento. Es un momento muy breve, o talvez sea el breve momento del comienzo de un período más largo, pero es un momento sublime. Las cosas de repente empezaron a sonar a música y el acto de vivir se hizo, abruptísimamente, mucho más suave y facil de hacer, sin resistencias, sin ruido, sin dolor.
Sé que saben de que hablo, todos nos hemos iluminado alguna vez.
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