miércoles, 14 de octubre de 2009

Er lengüage i zú heboluzione...

Lo prometido es deuda, y como ya anticipamos en nuestra Fe de Etarras, hay que dedicarle unas líneas a la evolución a veces involutiva de nuestro adorado idioma y su forma de expresarlo: nuestro lenguaje.

Resulta paradójico para una purista de la gramática conceder que, sin las "aberraciones" que se van cometiendo en el hablar y el escribir, el lenguaje no evolucionaría. Pero tengo argumentos y ejemplos que pueden venir en la defensa de esa concesión. No sé si son buenos argumentos, pero intentémoslo... en esto de la flexibilidad a veces hay que hacer un esfuerzo.

Es cosa bien sabida que en la antigüedad se escribía y hablaba bien distinto a como hoy lo hacemos, y sin embargo, que se hayan omitido y convertido ciertas reglas sintácticas, nos parece algo normal y facilitador para el uso gramatical cotidiano. Sin embargo, nos escandalizamos cuando vemos faltas de ortografía, escuchamos malas pronunciaciones, términos "mal utilizados" o "inexistentes" y la utilización de lunfardos nuevos como el que ha impuesto la moda del chat.

Debo ser franca: me entristece e irrita la falta de vocabulario con la que hablan no sólo los chicos que aún están en el colegio, sino muchísima gente de mi generación y mayores que yo, y que no necesariamente estuvieron faltos de formación escolar. Me sorprende que haya personas adultas que no sepan expresarse sin muletillas, o que carezcan de sinónimos básicos, y me avergüenza que personas cercanas no sean capaces de leer un texto de corrido... aunque a decir verdad a veces los textos estan tan mal redactados, aunque aparezcan en medios de comunicación masivos, que es difícil interpretarlos, pero bueno...

Ese es mi lado, talvez, un poco fascista, de ese fascismo de las letras y no de las ideologías, y es contra ese lado que quiero plantear lo siguiente: ¿Por qué aceptamos que unos viejecitos roñosos nos dicten cómo debemos hablar y escribir? ¿Por qué los que tan revolucionarios nos hemos creído, los que hemos defendido la libertad de ideas y expresión, nos dejamos delimitar por lo que dice un grupo de señores que se hacen llamar "Reales Academicistas"? ¿Por qué ese grupo es "Real"? ¿Es que acaso la gente que no escribe ni lee bien es "Irreal"? ¿O es menos noble? ¿Quiénes son ellos para decirnos que término es correcto y cuál incorrecto? ¿Y quiénes somos nosotros para defender lo que ellos dictaminan?


Resulta que a un señor muy afamado, nacido en Colombia, premio nobel de literatura y que todos queremos muchísimo, se le ocurrió sugerir que ciertah letrah yah noh erah necesariah. Habló también sobre la inutilidad de la "G" en aquellas palabras en las que dicho vocablo suena como una "J", poniéndonos a los pobres mortales en la dificultad de recordar las ocasiones en las que debemos acompañarla de una "U" para que suene como la letra que es en realidad: una "G", de "GATO". Todo sería más fácil para todos si todas las letras se pronunciaran siempre y con el mismo sonido, vayan o no acompañadas de otra. Pero se encabritaron con él, y se pusieron colorados de ira. ¿Volver a escribir "JENERAL" como en el siglo XVI? ¿Quitarle la diéresis a la "U" para que nunca sea muda? ¿Que "GUITARRA" sea simplemente "GITARRA" sin que por ello se convierta en "JITARRA"? ¡¡¡ Nooooooooo, tamaña aberración no fue aceptada por La Realeza de los Académicos !!!

Pero hay algo que hacer notar: a este señor tan afamado no le aceptaron sus sugerencias, pero se le escuchó, no se dijo que él fuera un ignorante que no supiera escribir ni hablar, su opinión salió en los diarios y él sigue publicando libros y siendo muy querido por todos nosotros.

¿Pero qué pasa cuando alguien comete el error de decir algo de un modo "no aceptado" y no es autoridad en el tema para defender la legitimidad de su término "inventado"?
Tal es el caso de una ministra española (concedamos que en verdad es una cazurra de cuidado.) que se refirió a los miembros del género femenino de una institución como "miembras". ¡Pobre mujer! jamás se habría imaginado que la Real Academia no contemplaba la posibilidad de que las instituciones serias fueran, algún día, compuestas también por damas, y olvidara incluír el femenino de dicho nombre. ¿Quién es el imbécil en esta situación? ¿La cazurra ministra que no tiene idea de lenguaje o los mentalmente jurásicos Académicos de la Lengua?

Así también se les ocurrió a los brillantes señores, por ahí por el '98 o '99, adosarle al gentilicio "ANTOFAGASTINO" el sinónimo de "INDESEABLE". No recuerdo que hayan dado alguna explicación del porqué de dicha decisión, pero el revuelo fue tanto que terminaron por echar pie atrás. Y esos iluminados señores son los que nos dicen cómo debemos escribir, hablar y leer.

Camilo José Cela contaba una anécdota preciosa sobre lo aburridos que son estos vejetes tan cultos y con tanta cátedra. Él fue aceptado por el hermético círculo, al igual que Don Fernando Fernán Gómez, otro letrado de alcurnia que también se aburría muchísimo en las sesiones de la RAE. Don Camilo relataba una de estas reuniones contando cómo se estaba quedando dormido mientras se debatía sobre quién sabe qué pajas semánticas. Al darse cuenta, quien presidía la sesión, de los cabeceos de Cela, le increpó diciéndole así:

- ¡Pero Don Camilo! ¿está usted durmiendo?
A lo que Cela responde:
- No. Estoy dormido.
- Bueno, ¡pero si es lo mismo!
- No, no. ¿Cómo va ser lo mismo? ¡No es lo mismo estar Jodiendo que estar Jodido!

Aquí los dejo, con estas cavilaciones sobre si aceptar o no que nuestro lenguaje cambie con el transcurso del tiempo.

lunes, 5 de octubre de 2009

La Gran Nina Simone.

Yo sabía que me gustaba. Pero nunca creí que tanto.
Por favor no dejen de verla... y escúchenla fuerte.