sábado, 28 de agosto de 2010

Un gesto.

He recibido bellas y sabias enseñanzas en este tiempo. No son nuevas, pero comienzan de a poco a hacerse carne. Son de esas cosas que uno oye y "sabe" desde siempre, pero que sólo en algún momento comienza a comprender de verdad, a sentir.

En esto, el estudio de ciertos libros de ciertos filósofos han ayudado enormemente, y otro tanto hace Kundalini y algunos artículos sobre Yoga.

Silo, en sus "Apuntes de Psicología", explica el funcionamiento de la conciencia de un modo tan pedagógico que llega a dar vergüenza no haberlo entendido antes. Sin embargo, el estudio de este libro va dejando en evidencia los mecanismos más rudimentarios en los que nos vemos enzarzados cotidianamente, y para mí ha servido como despertador en los momentos de tristeza (útil para no dejarse llevar por ella y para comprender su raíz) y como un condimento "acentuador del sabor" en los momentos de alegría y en las situaciones cotidianas que tantas veces pasamos por alto.
También los ejercicios propuestos por Luis Ammann en su libro Autoliberación colaboran en el descubrimiento de la forma de construír nuestro mundo interno, el modo en que compensamos la inestabilidad que nos produce estar vivos.

Yoga, y específicamente Kundalini, ha ayudado a convertir el dato en experiencia. Existen formas de estar en el mundo y puedo elegir cual de ellas quiero que sea mi forma. Atender a todo el imaginario que puebla mi mente, observar sin juicio los trenes de ideas, imágenes, pensamientos en general, es descubrir lo poco emplazada en el presente y en lo real que me encuentro la mayor parte del tiempo. Es así como comienzo a dirigir mi atención hacia pensamientos gratos y de agradecimiento por tanta cosa buena que me rodea, en vez de dirigirse siempre hacia lo que me molesta o enoja.

El cambio de actitud es complejo cuando no se tiene entrenamiento, pero en realidad consiste en un gesto. Es un gesto simple, que implica cambiar el ángulo en el que uno mira y se mueve tan sólo un grado. Es un movimiento mínimo en el punto de partida, pero que en proyección toma una distancia cada vez mayor al trazo que llevaba la Vida hasta ese momento en que se decide cambiar de enfoque.

Es ser honesto con uno mismo, ver y comprender sin reproche las opciones que tomamos a sabiendas del daño que nos provocan, mirar de cerca nuestra propia demencia, nuestras propias mentiras, nuestro propio enojo constante con pequeñeces, y hacerlos a un lado, poner otra cosa en su lugar.

Hoy estoy en el intento por hacer ese mínimo gran gesto, y agradecer por todos los regalos que recibo a diario: el techo bajo el cual puedo vivir, la cama sobre la que puedo dormir, la ducha caliente que puedo disfrutar, el amor que algunas personas me profesan, la amistad de quienes se dan un tiempo para tomar un té o comer una empanada conmigo, este cuerpo que me traslada y me sirve para crear y disfrutar. Y en ese intento descubro trabas, desconfianza, temor, espectativas que sé que de no cumplirse me traerán tristeza, y con mi gesto, una y otra vez, las hago a un lado y pienso en la mirada de alguien que amo, en una medialuna bien dulce acompañada de café con leche, en algo que leí y que me pareció sublime, y me río de mi afán por pensar en cosas feas.

Les insto a intentar ese gesto, vale la pena, en serio.

No hay comentarios: