viernes, 12 de septiembre de 2014

Caminata solitaria por el monte.


Salí al camino de tierra bajo un cielo diseñado para no ser creído, entre montañas soberbias y amenazantes como dioses que perdonan la vida confiados en su potencia para quitarla.

Caminé sabiéndome a expensas de la Tierra, rehén del cosmos, pequeña brizna de quien nada depende. En cualquier momento algo que yo no imagino se urde y sucede: el rumor del río podría transformarse de pronto en rugido de mil truenos furiosos y yo nada podré hacer por impedirlo. Decido entregarme aliviada, en mis manos no existe control alguno de los misterios que aguardan mi marcha. Enfilo a casa apresurando el paso con la urgencia del tiempo que se acaba.

A escribir,
escribir y contar,
alcanzar a contar
lo que hoy he visto.

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