miércoles, 10 de septiembre de 2014

Post Risk...

Hace un par de noches, tres amigos (eran 4 pero uno de ellos roncaba y babeaba esparcido en una silla) me hicieron ver que estaba equivocada, no una, sino 3 veces. Lo hicieron con amabilidad y sin argumentos rimbombantes, y con ello me quitaron un enorme peso de encima: el de querer tener la razón a toda costa.

Es cierto que aún hoy surgen matices en los que creo que no se me escuchó con atención y que considero válidos, pero ese no es el punto central. Me sirve observarlo, como un acto de reflexión sobre los propios mecanismos de mi conciencia, los no elegidos, los que marcan una tendencia que deseo modificar, pero lo central, en esta ocasión, es que me regalaron el alivio de bajar los brazos y ceder a no tener la razón (como si siempre la tuviera), y que guardo un registro claro de esa sensación.

En algún momento estuve a punto de desproporcionar todo esto, y caer en la autocompasión y la creencia de que lo hago todo mal, que soy pésima, recriminándome por ser peladora, prejuiciosa y violenta. No es para tanto. Más bien al contrario, la proporción justa es que hubo amigos allí para mostrármelo y que hubo algo de lucidez en mí (paradójico dada la situación) que me permitió reconocerlo y, lejos de sentirme mal, me siento agradecida.

Sí creo que algunos desproporcionan para el otro lado, degradando el momento precioso en que uno toma registro íntimo de algo como esto y le dedica una alabanza. Acusar a quien tiene esa epifanía de “ponerse grave” es desproporcionado en lo escueto. Si al menos una vez a la semana tuviéramos momentos así, sin duda evolucionaríamos más rápido, por tanto me parece digno de celebración. Y esa celebración no tiene por qué ser solemne ni pesada, más bien al contrario, la considero alegre y necesaria.

Agradezco pues ese momento, que esta vez no vino del siloísmo ni de la metafísica ni del hermetismo ni del budismo ni del vegetarianismo ni del yoga, sino de los amigos más parecidos a mí: mundanos, borrachines, a veces sin ni uno para pagar el arriendo, mis carnales, mis camaradas, mis cuates, algunos de los más antiguos, otros de los más nuevos. Esos, que sin pretensiones de perfección, me mostraron de un modo perfecto mis imperfecciones.

Salud!

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